martes, 25 de noviembre de 2014

PORTADA REVELADA Y ADELANTO DE I'M YOURS by ELLA MAISE



¿Alguna vez has estado enamorada?

¿Ese amor en el que crees todas las mentiras, una y otra vez?

Porque yo lo hice...

¿Lograste escapar del dolor, la angustia y las lágrimas que vienen con estar enamorado?

¿Tuviste tiempo para recoger los pedazos rotos de tu corazón antes de que se este se destrozara todo de nuevo?

Porque yo no...

Le di a Evan mi corazón, mi confianza, mi todo, y en cambio todo lo que él me dio fue dolor.

Tropezando en una nueva ciudad, recogiendo los pedazos que había perdido, me encontré en brazos de un desconocido. Acunándome contra su pecho, protegiéndome, viéndome, prometiéndome todo por lo que tenía miedo preguntar de nuevo.

No soy tan ingenua como para confundir la lujuria con el amor. El amor nunca llega tan fácilmente; siempre te rasga antes de que, finalmente, nos dé a cada uno de nosotros lo que anhelamos. Pero Noah sabía lo que buscaba, y ahora sé que nada podría haberlo detenido de tomar lo que quería de mí.

Se convirtió en la persona que me devolvió la esperanza, día tras día, simplemente por estar allí.

Se convirtió en la persona que me hizo gemir en la cama, mientras susurraba sucias palabras en mi oído, noche tras noche.

Y luego se convirtió en la persona que se lo llevó todo de nuevo.


Esta es mi historia, tal vez demasiado simple para algunos, pero sigue siendo completamente mía.


Justo cuando colocaba mi teléfono en mi bolso, oí un golpe en la puerta.

Apresurándome, la abrí.

Era mi cita de esta noche, viéndose más guapo de lo que tenía derecho. Llevaba pantalones vaqueros que parecían encajar demasiado bien, y una camisa de vestir blanca con simplemente un botón sin abrochar y con las mangas dobladas. A pesar de que sonaba como una opción simple, la forma en la que se veía en él...

Estaba francamente lista para saltar a sus huesos, o simplemente saltarme la cena, y tirar de él para poder hacer cosas sucias el uno al otro.

Mis ojos finalmente hicieron camino hacia su cara, y me dí cuenta de su barba de tres días. Tuve que morderme el labio para detener el gemido que, sabía, se avecinaba.

—Te gusta lo que ves ¿eh? —, sonrió. —Tengo que decir que me gusta mucho la mirada en tu cara cada vez que abres la puerta y me encuentras aquí de pie. Me estoy volviendo adicto.

Salí de mi trance y me dí cuenta de que, en realidad, estaba boquiabierta ante él. Mis ojos se pegaron a los suyos sólo para notar de que estaban llenos de picardía.

—Lo harás —, le contesté, encogiéndome de hombros y tratando de parecer indiferente.

—Lo haré. Tú lo has dicho... — cruzó sus brazos sobre su pecho, tratando de verse serio. —¿Quieres que entre y te muestre como realmente lo haré?

Poco a poco sacudí la cabeza, ocultando mi sonrisa.

—No lo creo. No creo que valga la pena saltarse la cena, —mentí.

Dio un paso lento hacía mí, su intención bastante clara. Alcé las manos, una gran sonrisa extendiéndose por toda mi cara.

—¡Está bien, está bien! Espera aquí, no te acerques más, porque si vienes probablemente vamos a saltarnos la cena por completo, y estoy realmente hambrienta. Además, ya conozco bastante bien lo que puedes hacer.

Dí unos pasos hacía atrás, todavía con las palmas hacía fuera. —Dame un segundo más y voy a estar de vuelta.

Justo antes de que me diera vuelta y corriera a mi habitación, vi una sonrisa sincera en su rostro, lo que me decía que ya se estaba divirtiendo con tan sólo estar cerca de mí.

Puse mi bolso sobre mi hombro, cogí mis opciones de zapatos y corrí de vuelta a Noah. Deteniéndome frente a él, levante cada par para su inspección.

—¿Cuáles? ¿Zapatos de piso o tacones?

—¿En serio necesitas una respuesta para eso? Soy un chico, por supuesto que iré por los tacones; hace que te imagine desnuda e inclinada para mí, pero si piensas que será incómodo caminar con ellos, deberías usar los de piso. No creo que mi imaginación tenga problemas esta noche.

Estaba siendo muy reflexivo, lo que era una delicia difícil de encontrar en un hombre. Me aferré a su brazo, me incline un poco y deslicé los tacones en mis pies. Tan pronto como estuve en ellos, tomó mi mano en la suya antes de que tuviera la oportunidad de protestar. Inclinándose, agarró la llave sobre la mesa y cerró la puerta, bloqueándola dos veces antes de entregármela de nuevo.

—Mejor nos vamos ahora, o voy a follarte hasta el olvido —,murmuró en voz baja.

Yo, sin embargo, opté por actuar como si no lo hubiera escuchado.

Abrí mi bolso y aseguré las llaves en la pequeña cremallera. Justo cuando levanté la cabeza, bloqueó mi camino.

Levantó mi barbilla con los dedos y me miró fijamente a los ojos.

—Te ves tan hermosa, nena. Estoy feliz de que finalmente salgas conmigo. Gracias por esto. —Me dio un suave beso en la frente. —Lo juro, nunca te vas a arrepentir, sólo se pone mejor después de esto.

Tenía la sensación de que no me estaba mintiendo. Incluso si esto es lo mejor que obtendría, estaba vendida.

Se inclinó y me dio un beso en el cuello, muy cerca de mi oído. Mis ojos se cerraron por voluntad propia.

Enderezándose, explicó —: No quiero arruinar tu maquillaje, por ahora, pero voy a reclamar tus labios más de una vez cuando estemos de regreso. Hasta entonces sólo voy a centrarme en diferentes partes de tu cuerpo.

Incluso con un pequeño beso como ese, él hizo que mi corazón latiera más rápido, y mi pulso tuvo todo tipo de locura bajo su tacto.

Abrí los ojos y le devolví la sonrisa mientras trataba de frenar la huida de mi corazón. Ya estaba lista para el reclamo esta noche.

Mientras hacíamos nuestro camino hacía su coche, entrelazó nuestros dedos y todo se sentía bien en mi mundo.



jueves, 6 de noviembre de 2014

PORTADA REVELADA Y ADELANTO DE THE LAW OF MOSES by AMY HARMON


Si te dijera de frente, que desde el principio lo perdí, será más fácil para ti soportarlo. Sabrás lo que viene, y eso dolerá. Pero estarás preparado.

Alguien lo encontró en un cesto de ropa sucia en un centro de lavado rápido, envuelto en una toalla, con unas pocas horas de nacido y cerca de la muerte. Lo llamaron "bebé Moisés" cuando compartieron su historia en las noticias de las diez; El pequeño niño dejado en una cesta en una sucia lavandería, nacido de una adicta al crack, y a la espera de que tenga todo tipo de problemas. Me imaginaba al bebé crack, Moisés, con una gran cantidad de ella corriendo por su cuerpo, como si estuviera roto desde el día de su nacimiento. Yo sabía que no era lo que significaba, pero la imagen quedó grabada en mi mente. Tal vez el hecho de que se encontraba roto fue lo que me atrajo a él en primer lugar.

Todo esto ocurrió antes de que yo naciera, y para el momento en que conocí a Moisés y mi mamá me dijo todo acerca de él, la historia ya era noticia vieja y nadie quería saber nada sobre él. 
La gente ama a los bebés, incluso bebés enfermos. Incluso bebés de crack. Pero los bebés crecen y se convierten en niños, y los niños crecen para ser adolescentes. Nadie quiere a un adolescente en mal estado.
Y Moisés estaba en mal estado. Moisés era la ley para sí mismo. Pero también era extraño, exótico y hermoso. El estar con él cambiaría mi vida en maneras que nunca podría haber imaginado. Tal vez debí mantenerme al margen. Tal vez debí haber escuchado. Mi madre me lo advirtió. Incluso Moisés me lo advirtió. Pero no me quedé lejos.

Y así comienza una historia de dolor y promesas, de angustia y curación, de vida y muerte. Una historia sobre el antes y el después, de nuevos comienzos y finales que no llegan. Pero sobre todo... una historia de amor.


Fue cuando me senté, sacudiendo la paja de mi pelo, que vi a Moisés, sentado en el rincón más alejado, en un taburete que mi papá utilizaba para herrar a los caballos. Estaba tan lejos de los caballos como podía, y por suerte, ninguno de ellos parecía especialmente alarmado por su presencia. Sin embargo, yo lo estaba, sólo por un momento, y deje escapar un chillido de sorpresa.

Él no se disculpó o rió, de hecho, no hizo ningún movimiento para empezar una pequeña charla conmigo. Tan sólo me miró con recelo, como si observarme dormir lo hubiese orillado a eso. 

—¿Qué hora es? —le susurré, mi voz rasposa y mi corazón pesado. Él hacía que mi corazón se sintiera así.

—Las dos.

—¿Tú... apenas iras a casa?

—No. Fui a casa. Me duché. Fui a la cama.

—¿Eres sonámbulo, entonces? —mantuve mi voz ligera y suave.

—¿Qué es lo que quieres, Georgia? Yo como que pensé que habías terminado conmigo. —Ah, allí estaba. Un destello de ira. Tranquilo. Breve. Pero allí. Y me deleite con eso. Mi mamá siempre decía que la atención negativa era mejor que ningún tipo de atención en absoluto. Por lo general, ella se refería a niños de crianza que actuaban fuera de lugar. Pero, al parecer tambien se podír aplicar a chicas de diecisiete años que estaban enamoradas de chicos que no las amaban de vuelta. Ese pensamiento me hizo enojar.

—¿Me amas, Moisés?

—No. —Su respuesta fue inmediata. Desafiante. Pero se pusó de pie y caminó hacía mí de todos modos. Y lo miré venir, mis errantes ojos sobre él con avidez, mi corazón un enorme nudo necesitado en mi pecho.

No discutí con él porque sabía lo que iba a decir. Y yo ya había decidido que no le creería.

Se puso en cuclillas al lado de las pacas cuadradas, me había convertido en un nido de amor. Pero había dicho que no me amaba. Así que tal vez mi cama necesitaba un nombre diferente. Me acosté y tiré la manta sobre mis hombros, de repente con frío y muy cansada. Pero él me siguió, se cernió sobre mí, con los brazos apoyados a ambos lados de mi cabeza mientras me miraba observándolo. Y entonces, cerró la distancia entre nosotros y me besó en la boca castamente. Una vez, dos veces. Y, de nuevo, no tan castamente, con más presión y más intención.

Respiré profundamente y envolví mis manos alrededor de su cuello, trayendolo hacía mí. Me empape de su olor, el penetrante olor de la pintura mezclado con jabón y las mentas de caramelo con rayas rojas que su abuela guardaba en un recipiente sobre la mesa de la cocina. Y otra cosa también.  Algo que no tenía nombre, y era esa parte desconocida de él lo que quería por encima de todo. Le dí un beso hasta que pude saborearlo en mi boca, y cuando eso no fue suficiente, tiré de él con las palmas de mis manos y el roce de mi piel contra la suya mientras movía su boca a mi cuello y susurraba en mi oído.

—No estoy seguro de qué es lo que quieres de mí, Georgia. Pero si es esto, estoy dispuesto.